Michael Jordan y el entrenamiento a solas

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Los superatletas y sus secretos del éxito.

Por: Juan Antonio Razo

 ‘Al aceptar cualquier reto siempre pienso que lograré el éxito; jamás pienso en lo que sucedería si fracaso’ Michael Jordan.

 

Entrenamiento a tope

Los atletas de elite sostienen que detrás de su éxito está el entrenamiento a tope. Todo comienza, coinciden, con el trabajo fuerte. Según este criterio, no existe ninguna fórmula ni píldora mágica o algo parecido. No existe gracia ni virtuosismo sin esfuerzo previo. En estos niveles, el talento del atleta se da por sentado. De modo que el talento, la disciplina y, principalmente, el entrenamiento a tope hacen la diferencia. La preparación ardua rinde sus mayores frutos durante los partidos en situaciones críticas, en los momentos en que el nerviosismo podría estropear la más simple de las jugadas. Detrás de un gran tiro en un juego, se esconden miles de tiros iguales que se han hecho en las prácticas. ¿Qué es lo que diferencia a un atleta fuera de serie de los demás? La práctica intensa parece ser la respuesta. Se ha encontrado que los atletas de menor nivel tienen menos tolerancia a las prácticas. No es cuestión de cansancio sino de aburrimiento; los deportistas comunes suelen encontrar las prácticas aburridas; he allí su gran falla. De modo que una conclusión debiera ser:

“Quien es excelente en las prácticas, es excelente en los partidos; entrenar a tope es la clave.”

El entrenamiento intenso debe convertirse en el mejor de los hábitos. El atleta genial, una vez que se ha preparado como si en ello le fuera la vida, deberá estar atento al chispazo, al momento clave donde aparecerá la improvisación y la creatividad.

Michael Jordan cumplía este perfil con todas las características del genio; lo encarnaba a la perfección, incluyendo algo más: su carisma.

Los superatletas son seres superdotados, con un alto coeficiente intelectual y un gusto peculiar por la soledad. Les gusta la soledad porqué es allí donde se concentran y se divierten con su quehacer. Podemos asegurar que Michael Jordan encontraría en la práctica a solas una enorme fortaleza y una perfección que lo inspiraba y le rendía frutos después, en los juegos. También le servía como terapia, pues Michael llegó a decir:

«Cuando tenía algún problema me iba a jugar a una cancha de basquetbol; ahí lograba el equilibrio emocional necesario para encontrar una solución.»

 Por eso no es difícil entender por qué a la mayoría de los jugadores de menor nivel encuentran los entrenamientos monótonos y aburridos.

Para los atletas de elite, cada día es como un nuevo amanecer y una nueva oportunidad, pero suelen ser incomprendidos, principalmente porque su mente se ubica en otros planos y hacen que, la sociedad confundida, los llegue, incluso, a subestimar.

Nosotros debemos considerarlos verdaderos rompedores de paradigmas, revolucionarios pacíficos e impulsores de cambios que significan avance.

Otro secreto: Determinación y disciplina

Otro rasgo que distingue a los superatletas es su sentido de la disciplina que la viven diferente a cualquier otro mortal. Para ellos es algo común.

La disciplina implica poseer la determinación necesaria para hacer lo que haya que hacer a pesar de las circunstancias, y habrá que hacerlo no sólo un día o una semana o una temporada sino siempre.

Sabido es que Michael Jordan entrenaba fuerte, muy fuerte, incluso entre temporadas. Su responsabilidad era tal que era el único jugador que tenía un permiso abierto para no tener que reportar sus actividades entre temporadas. Este principio de responsabilidad lo sigue aplicando en su vida actual para conservar su imagen.

Pero también cabe decir que como individuos que son, cada atleta de excelencia posee sus propias cualidades, facultades y virtudes que lo hacen diferente a cada uno de los demás, cada quien con su propia personalidad y estilo.

Seis características.

Casos como el de Michael Jordan se han estudiado, a la par que otros atletas superdotados, tratando de encontrar lo que hay de común en todos ellos. De modo que, resumiendo y derivado de ese estudio, se podrían enlistar los siguientes seis factores que son los que los convierten en grandes, invencibles y dominantes. En ellos están implícitas la determinación, la disciplina y la responsabilidad.

  1. Noventa y nueve por ciento sudor.

Esto significa trabajo arduo; no existe una píldora mágica ni nada parecido; el talento se da por hecho, pero hay que trabajar más que los demás. Por cada gran tiro en un partido hay que realizar cientos y hasta miles en los entrenamientos. Para entrenar duro se necesita amar lo que se hace a fin de no aburrirse.

La preparación siempre rinde sus frutos en los momentos críticos, en esos momentos donde los nervios podrían dar al traste con la más simple de las jugadas. Son los grandes los que dominan su oficio y hacen fácil lo difícil, son genios de la sencillez, además son asombrosamente creativos cuando tienen que serlo.

Otra cuestión que hay que recordar es que estos superhombres también son seres de hábitos, mientras mejores sean los hábitos mejor funcionarán en situaciones de presión.

  1. Saben enfocarse, poseen altos niveles de concentración.

Los campeones saben concentrarse y enfocar toda su energía al máximo, en especial en los momentos claves donde hay que echarse a cuestas la responsabilidad. La cabeza fría y la mirada fija en la meta u objetivo. Evitan todo aquello que los perturba.

(En los deportes de alto riesgo, como el alpinismo, las carreras de autos o los deportes extremos, la concentración y el control de la mente son tan esenciales que un descuido podría resultar fatal.)

Muchos jugadores de la NBA han aprendido a concentrarse antes de iniciar los partidos. Este estado, convertido en todo un ritual, se logra cerrando los ojos y balanceándose suavemente mientras se realizan las presentaciones previas al partido.

  1. Producen nerviosismo en el rival.

Es equivalente a la guerra psicológica producto de una imagen ya creada. Los grandes, como Michael Jordan, tenían una capacidad estremecedora para mantenerse fríos; entre más importante es el juego, más tranquilos parecen estar.

“Los grandes hacen que sus rivales sientan mariposas en el estómago, lo cual lo aprovechan a su favor.”

Cuando se está nervioso, tarde o temprano uno se apresura y comete algún error. Michael Jordan ponía nerviosos a sus rivales en la duela y, resulta curioso que cuando juega golf ponía, y sigue poniendo, nerviosos a sus rivales, pues es una cualidad ya de él.

Ver jugar a Michael Jordan hacía que uno se acordara de los discípulos cuando trataban de salvar su embarcación, sólo para quedar impávidos al ver a Jesucristo caminar sobre el agua.

Desde un ángulo sicológico, los campeones socavan la confianza de cualquier rival; basta ver cómo sus rostros van perdiendo la concentración y se dedican más a admirar su juego que a concentrarse en el suyo.

  1. Los campeones intimidan.

Por si no fuera suficiente lo anterior, los campeones además de ser dominantes, intimidan al contrario; aprovechan cualquier elemento para hacerlo; el recurso verbal es uno de tantos, pero hay que advertir que su talento propio los hace usar un lenguaje inteligente, irónico, lleno de talento pero no vulgar.

El auto que usan, los lentes, el color del suéter, el traje de 5,000 dólares de corte perfecto; todo forma un entorno intimidatorio. La táctica de intimidación lleva a crear la sensación de que los dioses están en contra del oponente, haciéndoles sentir la derrota como inevitable. Llega el momento en que el oponente está derrotado y sólo piensa en el momento en que le van a anotar.

  1. Poseen un firme deseo de trascender.

Vivir para trascender y pasar a la historia es un anhelo que mueve e impulsa a los grandes campeones. Hay que ganar juegos importantes, esos que visten, a fin de ser un real dominador; hay que ganar los torneos importantes, los que tienen trascendencia. Los campeones celestiales como Michael Jordan, desearían ese momento de gloria, querrían ganar un gran título o un gran campeonato en equipo. Es una actitud innata de ser alguien que los haga ser parte de la leyenda.

Para eso se forman imágenes de triunfo en su mente. Visualizarse triunfadores sería la palabra adecuada y que mantienen en su mente. Hay que entenderlo bien, pues según lo explican es, en apariencia, así de simple. Poseen una confianza tan elevada que logran siempre poner la suerte de su lado y salirse con la suya.

  1. Los grandes nunca están satisfechos.

Siempre están dispuestos a mejorar a fin de “hacer morder el polvo” al rival; en ese sentido muchos son humildes y no humillan a su oponente.

En el basquetbol como en otros deportes, se debe mejorar constantemente la técnica de tiro. Michael Jordan se impuso el hábito de realizar al menos quinientos tiros diarios al aro, lo cual implica según cálculos realistas no menos de una hora. Esta marca o hábito ha sido superado, por cierto, por jugadores como Iverson y otros.

Así también, los campeones jamás se olvidan del gimnasio. Por igual, fortalecen su estado mental porque saben que es fundamental pues, según su percepción, afirman que de lo que se trata es de ganar no de cómo se juega.

Una cuestión a resolver es que el sabor de la victoria se puede volver incontrolable y producir adicción, lo cual, por supuesto hay que evitarlo, pues en ningún caso se justifica que dejemos de tener voluntad propia.

En el superatleta de elite, tan importante es que se manifieste su genio creativo como que domine sus impulsos de gloria. En cualquier circunstancia. Hay que saber hacia dónde se va y qué se quiere. Escribirlo con letras grandes y mantenerlo frente a nosotros hasta que entre por nuestra piel, nuestro corazón y nuestra mente.

juan

 

 

 

libromjrazo

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