¿Por qué los Warriors de Stephen Curry nos recuerdan a los Bulls de Michael Jordan?

DB

Después de una temporada histórica, a los Warriors de Golden State les falta la cereza en el pastel: el anillo de campeonato.

Por Jesús Quintero.

 

‘’72 wins doesn’t mean a thing without a ring’’ rezaba el estampado de las playeras que Ron Harper repartió a sus compañeros de los legendarios Bulls de la temporada 1995-1996, y que lucían en los calentamientos de los Playoffs.

Los genios van por la vida buscando desafíos cada vez más grandes. Después de tres campeonatos al hilo, Michael Jordan se aburrió del basquetbol pues pensó que no tenía nada más que probar y se retiró. Motivado por una promesa hecha a su recién fallecido padre, decidió incursionar en la Major League Baseball, y en el año de 1994 disputó 17 partidos en ella y varios más en las ligas menores antes de enterarse que ese deporte no era realmente lo suyo. Volvió al basquetbol y se reintegró a los Bulls ya empezada la temporada 94-95, sólo para caer derrotados de una no sorpresiva pero sí decepcionante manera ante el Orlando Magic del joven Shaquille O’neal. Sin embargo, la siguiente temporada Michael volvió mejor que nunca.

Después de conseguir tres campeonatos y de formar parte del aclamado Dream Team en los juegos olímpicos del ‘92, Michael ya era mundialmente reconocido. Sin embargo, el año de 1996 fue una explosión para su branding personal. Un ícono en la cúspide de su fama. Protagonizó una de las películas más populares de los noventa: Space Jam; inmortalizó las zapatillas deportivas más famosas de todos los tiempos: las Jordan XI; y recuperó el dorsal que había sido retirado junto con él la primera vez: el mítico 23. Deportivamente, se convirtió en un jugador aún mejor de lo que había sido antes del retiro, y los equipos le temían. Atlético, inteligente y experimentado. Maduro. Y se destacó como MVP de la temporada regular y el MVP de las finales.

Si bien Michael era la flama que atraía a todos los ciegos al fuego, no era la única brasa ardiendo en la hoguera. Chicago era un equipo que no se había desplomado por completo con la ausencia de la súper estrella y se había mantenido competitivo durante los dos años anteriores. En el roster destacaban otros dos futuros hall of famers: Scottie Pippen, una estrella de la liga por méritos propios; y Denis Rodman, quien poseía la personalidad más peculiar de la liga y había sido enemigo acérrimo de los Bulls habiendo sido jugador de los Bad Boys de Detroit en sus dos campeonatos. Y por supuesto, el mejor entrenador de todos los tiempos, Phil Jackson.

Sin embargo, lo más destacado de esa temporada no fue el campeonato ni los premios individuales de Michael ni su espectacular rendimiento ya entrado en los 30 años. El legado de aquella temporada fue el mejor equipo de basquetbol de toda la historia: 72 partidos ganados y solo 10 perdidos. Récord inquebrantable, intocable, impensable. Inalcanzable. Lejano.

A veinte años y más de dos mil millas de distancia, en el oeste de Estados Unidos aparecería otro equipo que volvería a tambalear los cimientos de la historia de la NBA: los Warriors de Golden State. Un equipo con un estilo de juego revolucionario, liderados por el espectacular Stephen Curry, el back to back MVP -primer point-guard en conseguirlo desde Steve Nash-, ha devuelto los reflectores del mundo a la NBA. Y no es por escasez de estrellas: desde la época de Michael y sus Bulls de Chicago, la liga ha estado dotada de jugadores de todo tipo que por su singularidad nos han hecho disfrutar el hecho de estar vivos y apreciar este poético deporte: desde la rebeldía de Allen Iverson hasta el estoicismo del alemán Dirk Nowitki, pasando por el gran duplas como Shaq y Kobe o tridentes como Duncan, Manu y Parker, e imanes publicitarios intercontinentales como Yao Ming. Sin embargo, lo que hoy representa Stephen Curry se ha vuelto exorbitante.

Para algunos, Curry es el mejor tirador de la historia. Y en las últimas temporadas ha sobrepasado todas las barreras que pensábamos que había en el juego para un tirador. Superándose a sí mismo año con año, después de su lesión en la temporada 2011-2012, Curry ha superado su volumen de tiros y su porcentaje, e hizo lo inimaginable: romper la barrera de los 300 triples de una forma ridícula. Pasó de 380 intentos y 166 encestes en su año de rookie (46.2%) a 886 intentos y 402 encestes (50.4%) en la actual temporada. Y es ahí donde radica el carácter revolucionario de su estilo de juego.

Así mismo, Curry se ha convertido en una persona reconocida ya a nivel mundial, y su relación con la marca deportiva Under Armour se ha convertido en un fenómeno muy similar al de Michael Jordan con Nike. Aún con treinta años de diferencia, ambas marcas han sabido aprovechar (quizá suerte, quizá no) a deportistas fuera de serie en el prime de su carrera, valiéndose de esto para hacer crecer su mercado, su oferta y su demanda, y su presencia a nivel internacional. ¿Cuántos preferimos a Stephen Curry sobre Lebron James en Space Jam 2?

Pero la magia de Curry, al igual que Jordan y sus Bulls, no radica sólo en el éxito individual. Este año, los Warriors lograron romper la marca de victorias de los Bulls del ‘96 (sí, el legendario 72-10). Mucho más fácil dicho que hecho, Golden State inició la temporada ganando sus primeros 24 juegos e imponiendo un récord en los deportes profesionales de Estados Unidos. Los Warriors solo perdieron un juego por cada 9.1 partidos ganados. Y Stephen Curry no pudo haberlo hecho solo.

Klay Thompson y Draymond Green han sido comparados con Scottie Pippen y Denis Rodman. Ambos fueron votados para el All-Star Game en Toronto. Thompson, siendo el segundo de los Splash Brothers, es el segundo mejor anotador y quizá el mejor defensivo perimetral del equipo. Green es uno de los jugadores más versátiles de la liga hoy en día; una máquina de triple-dobles y votado como segundo a mejor defensivo del año, hace de todo en la duela, y es el jugador más enérgico del quinteto de los Warriors.

Pero escalar hasta la cima de la NBA no es algo fácil, y no pasa de la noche a la mañana. Los Warriors de Golden State habían sido un equipo más bien mediocre y de relleno en la liga. Hasta la aparición de Joe Lacob. Famoso inversor de capital de riesgo del Sillicon Valley, Lacob, junto a un equipo de inversores, compró la franquicia en el 2010. Y aunque muchos han pasado por alto la influencia de Lacob como directivo, la manera en que ha manejado a los Warriors ha marcado una pauta en la gerencia de los equipos profesionales. Si bien no fue el primer inversor de capital de riesgo en adquirir una franquicia deportiva, sí fue el primero en aplicar preceptos de esta profesión en una, basado en el la gerencia ágil, poniendo en práctica métodos como la comunicación abierta entre directivos, coaching staff, jugadores y empleados, la integración de ideas de consejeros externos y la re-evaluación constante sobre qué se hace y cómo se hace. Esto le valió el premio Sports Team of the Year de Sports Business Journal en 2014, el campeonato en 2015 y el mejor récord de temporada regular para un equipo en la historia en 2016. En resumen, Lacob le dio esperanzas de nuevo a la afición de la bahía.

El tipo de fenómeno que representa la aparición de Joe Lacob como dueño y gerente, nos demuestra que el juego ha evolucionado de manera constante principalmente durante las últimas décadas. Y esta evolución es más notable en dos aspectos: lucrativo y deportivo. El primer aspecto le permite a los jugadores amasar fortunas que sólo la cultura consumista de Estados Unidos permite gastar en el lapso de una vida humana, y que -por falta de cultura financiera para los jugadores- pasa muy a menudo. Patrocinios de cualquier tipo, exposición en redes sociales, negocios al por mayor. Y mucho de esto es responsable de los aficionados. A veces el ser humano compromete su propia existencia para disfrutar de sus ídolos. Si Michael hubiera emergido a la superficie de lo público en esta época, nostálgicos del futuro se dieran a la tarea de recaudar lo necesario para evitar el deterioro de su cuerpo y científicos encontrarían la manera de hacerlo realidad y preservarlo para futuras generaciones (ojo, todavía se puede, eh).

El segundo aspecto posee una trascendencia evolutiva propia del carácter del tema en cuestión; todo deporte muta. Nunca en la historia se había visto al deporte ráfaga a este nivel de exigencia física y mental. A diferencia de décadas pasadas donde los equipos dominantes de la liga gravitaban alrededor de imponentes centros, hoy en día la NBA está dominada por point-guards veloces y anotadores y forwards tan versátiles como espectaculares. Los MVP’s de los últimos años son prueba de ello. Lebron James, Kevin Durant y Stephen Curry. El cambio de estilo ha propiciado que el debate se haya estancado en las diferencias de estilo entre épocas; la rapidez con que el juego se lleva a cabo hoy en día y el cuidado de los árbitros hacia los jugadores hace pensar a detractores de esta época que el juego se ha vuelto soft, y que los méritos actuales de los jugadores que rompen récords son insuficientes. En la presente temporada los Warriors han sido víctimas de la crítica y la comparación que deriva de la trascendencia histórica.

Pero las comparaciones y la cita con la historia no son lo único que relaciona a los Bulls de Chicago de 1996 con los actuales Warriors de Golden State, quienes consiguieron el Larry O’brien por primera vez después de cuarenta años, siendo la última en 1975. La relación entre ambas franquicias se remonta a aquella remota temporada. Los Bulls de ese mismo año fueron el mejor equipo en temporada regular de Chicago antes de la era Jordan, y el que más lejos había llegado en los playoffs, siendo finalista de las finales de conferencia. Y fueron precisamente los Warriors de Golden State los encargados de eliminar a los Bulls en esas finales de conferencia (a diferencia de hoy en día, pertenecían a la misma conferencia) para avanzar a las finales y eventualmente lograr el campeonato, el cual tuvo que esperar cuarenta años para volver a la bahía.

Sin embargo, el estilo electrizante de los Warriors de Golden State que disfrutamos en la actualidad fue influenciado en gran medida por el equipo de los Bulls de Chicago al que derrotaron en aquella lejana temporada de 1975. Phil Jackson, un estudioso del juego, elogió en un libro la defensa de aquellos Bulls de Chicago comandados por el entrenador Dick Motta, enalteciendo su capacidad para robar balones para correr la cancha. Quince años después implementaría este sistema defensivo en los Bulls de Chicago, junto con la famosa ofensiva triangular de su asistente Tex Winter, y que los llevaría a conseguir el primero de seis campeonatos en la historia de la franquicia.

Pero este link no termina en los Bulls de Phil Jackson. En los Bulls de Chicago también se uniformaba Steve Kerr, actual entrenador en jefe de los Warriors de Golden State. La influencia de Phil Jackson, tal como ha declarado Kerr, ha sido determinante en su etapa como entrenador. En la temporada ‘93-’94, Steve Kerr firmó con unos Bulls de Chicago descorazonados por la partida de Michael, proveniente de la franquicia en expansión del Magic de Orlando. Steve Kerr fue pieza importante de los Bulls durante la segunda era Jordan y el segundo three-peat. Inclusive, en las finales de 1997, encestó la canasta decisiva en el juego 6 ante el Jazz de Utah a pase de Michael Jordan -insólito e inesperado-, para coronarse campeones. Esto después de uno de los tiempo fuera más famosos, en el cual, con 25 segundos restantes, le advierte a Michael que probablemente Jazz lo defendería con una doble marca y que él estaría listo para tirar y encestar, lo que hizo faltando 5 segundos para el final del partido.

En un equipo de Chicago lleno de grandes egos, Steve Kerr era un tipo relajado, divertido y que no se tomaba a sí mismo muy en serio. Y esto es lo que ha transmitido al equipo que hoy dirige. Su frase en la pizarra de los vestidores de los Warriors durante las finales de la temporada pasada se volvió famosa: Let if fly… Have fun.

Con Stephen Curry no sólo comparte la posición como point-guard, sino que Kerr está en los libros de récords como tirador por méritos propios. Al igual que Curry, ganó el concurso de 3 puntos en un All-Star Weekend de 1997, y ambos se encuentran rankeados 1 y 2 en la lista de mejor porcentaje de tres puntos en su carrera en la historia de la NBA. Sólo que en este, el maestro supera al alumno; Kerr es el número 1 (45.40%) y Curry es el segundo lugar (44.37%). Oh, y también son homónimos; su verdadero nombre es Stephen Douglas Kerr.

Si bien Michael y Pippen adoptaron la filosofía defensiva de Phil Jackson y llevaron el juego a nuevas alturas con sus volcadas de fantasía en los contragolpes, Stephen Curry y Klay Thompson han adoptado el Let it fly de Kerr y lo han elevado a la estratósfera con las interminables parábolas que lanzan desde los tres puntos como si fueran layups (y sí, también en los contragolpes).

En pleno 2016, las finales de la Conferencia Oeste ante el Thunder de Oklahoma City de Durant y Westbrook se han vuelto una batalla campal para los Warriors, pero sin duda la calidad y experiencia de los actuales campeones puede llevarlos de nuevo a las finales. En la Conferencia Este, los Cavaliers de Cleveland de Lebron James libran su propia batalla contra los Raptors de Toronto en la búsqueda por la revancha en las finales ante el equipo comandado por Stephen Curry. En estos playoffs, los Warriors de Golden State tienen un reto monumental ante ellos. Los mismos jugadores han reiterado una y otra vez que si bien haber pasado a los Bulls de 1996 en la temporada regular es uno de los máximos logros como equipo en la NBA, la meta es conseguir el back-to-back. Y si bien mencioné que lo más memorable de los Bulls de Chicago del ‘96 fue el récord y no el campeonato en sí, que hayan logrado ambas pone la vara más alta para Golden State: también deben ganar el campeonato. De no lograrlo, podría suponer una de las decepciones más grandes en la historia de los deportes profesionales.

Y ahora sí que como Ron Harper dijo: ‘73 wins doesn’t mean a thing…’

 

@jesusquinteroe

 

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